Lo que vas a leer a continuación es una mezcla de realidad y ficción ¿Por qué? Fue un acontecimiento que sucedió, o mejor dicho, que me sucedió pero no en su totalidad.
Lo que me llevo a escribirlo fue el dolor que sentía por un suceso anterior y la fascinación de cómo un pequeño momento con la persona indicada puede cambiarlo y arruinarlo a la vez.
El sueño me invadía, me había dormido tarde – Y no precisamente por hacer tarea – había preferido leer un capítulo más del libro que estaba leyendo, para variar, y ahora estaba pagando las consecuencias, el sueño me estaba venciendo, de un momento a otro seguro que me quedaré dormida, y efectivamente, así fue.
No sé cuánto tiempo pasó – Seguramente no mucho – lo siguiente que recuerdo es haber sentido que alguien me llamaba, así que alce la vista y ahí estaba él, no sonreía, estaba serio – Más bien preocupado – y me extraño, se me hizo sumamente raro verlo así.
Sostuvo mi cara entre sus manos, una muestra de cariño muy tierno.
- ¿Estás bien?
Asentí con la cabeza. Podía ver en sus ojos aquella preocupación, no estaba conforme con mi respuesta.
- ¿Segura? – Insistió
- Segura, solo tengo sueño y tú – Hice una pequeña pausa – me acabas de despertar
En ese instante lo miré a los ojos y pude observar como miles de sentimientos pasaban en él, pude ver como sentía un gran alivio.
- Ah, pues vuelve a dormir – Dijo ya sonriendo.
- No – empecé a decir – Me despertaste y ahora ¡Me las pagarás! – Dije mientras me paraba para darle pequeños piquetes.
Me gustaba molestarlo de esta forma, era divertido, me hacía realmente feliz.
En un descuido, me agarro de las dos manos, dejándome indefensa ante él. Me sonrió y yo – Como siempre – Le devolví la sonrisa.
- ¡Te tengo!
- ¡No!
Empecé a tratar de zafarme de él, en vano, era hombre y por lógica tenía muchísima más fuerza que yo. Empezó a darme cosquillas en el estómago, era mi debilidad y él lo sabía a la perfección.
- ¡No! ¡Cosquillas no, por favor! – Dije mientras no paraba de reír y de retorcerme.
Por más que le suplicara que me dejara de dar cosquillas, no paró hasta que caí al suelo.
- ¡Hey! ¿Por qué estas ahí abajo? – Dijo él
- Oh, seguramente porque me gusta estar en el suelo – Dije fulminándolo con la mirada
- ¡Uy! Perdón, yo solo preguntaba – Se inclinó para ayudarme a levantarme
- Si serás, ya me las pagarás – Le saque la lengua
Nos quedamos así, en silencio. No me había dado cuenta de que el silencio es confortable cuando tienes con quien compartirlo.
- Me había quedado preocupado – Dijo él rompiendo así, el silencio que se había formado.
- ¿Por qué? – Pregunté algo extrañada
- Ayer no te veías muy bien
- Ah – Genial, me lo tenía que haber recordado
- Niña… ¿Estas bien?
No, no lo estaba, nada en lo absoluto… mis ojos se fijaron en el suelo, no quería levantar la mirada, sabía que si lo hacia las lágrimas que luchaban por salir de mis ojos saldrían.
– ¿Natie?
El me obligo a mirarlo a los ojos.
– ¿Natie?
Finalmente, ya no pude más y las lágrimas salieron de mis ojos.